Trabajo Nº: | RES0070 |
Tipo: | Oral |
Tema: | Narrativas de estudiantes con reflexión sobre lo vivido y aprovechado de su experiencia en las prácticas |
Autores: |
Eva Guzmán Calle Universidad de Málaga () evagc28.eg@gmail.com |
Keywords: | formación inicial, prácticas de enseñanza, relatos narrativos y educación superior |
Este trabajo surge en el marco de una beca de colaboración en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA, en el que he tenido la oportunidad de analizar el impacto de los relatos narrativos como herramienta de aprendizaje y reflexión, desde la observación del alumnado de pedagogía en prácticas y la experiencia en primera persona con la creación de relatos propios sobre prácticas.
Durante gran parte de nuestra trayectoria académica nos han ido despojando de nuestro propio ser para llenarnos con las teorías escritas en los libros, por lo que el único modo de hacer comprender al alumnado la importancia del saber experiencial es otorgarle experiencia, una experiencia que les “prepare para”, para su futuro profesional, pues en educación no existen las reglas de tres. Pero ¿cómo? Este estudio elige el Prácticum I de pedagogía con el objetivo de que el alumnado reflexione sobre su práctica, aun sin ser docente, orientador u orientadora, ya que durante las prácticas externas adquieren el rol del o la profesional; trabajando el “preparar para” y olvidando las estrategias profesionales determinadas que más que garantizarnos el existo nos generan frustración por no conseguir lo esperado (Contreras, 2011).
Bárcena, Larrosa y Mèlich (2006) utiliza la palabra Educare, la deriva latina de educación, para expresar este significado de experiencia, pues la define como un viaje de salida a lo desconocido donde comenzar de nuevo; la experiencia es ese viaje, un viaje que no puede planificarse y otorga la oportunidad a un nuevo comienzo. Es la incertidumbre de este proceso lo que nos provoca irritación, pues debemos interpretar lo sucedido y elegir; y solo en dicho viaje tenemos la posibilidad de elegir todo y solo cuando “todo es posible” es el fin de la práctica totalitaria. Este es el principal motivo para hacer de la formación una transformación, una experiencia; educar deja de ser una acumulación de datos para convertirse en un acompañamiento en la maduración y el desarrollo de la propio ideología y actuación a partir de las experiencias (Contreras, 2011).
El alumnado de pedagogía debía, al igual que el resto de los grupos, realizar la memoria de prácticas en base a un instrumento de recogida de información: el diario de investigación, el cual debía tener una entrada diaria, no solo describiendo lo sucedido, según indicaciones de la tutora académica, sino también reflexionando sobre el impacto que el suceso pudiera tener en el devenir de su oficio; puesto que no se trata de describir lo rutinario, sino de hacer un registro de la información fundamental, para continuar interpretándola y haciéndonos preguntas. Asimismo, este grupo, tenía la indicación de escribir relatos, sin restar importancia al diario, una vez a la semana o tantas veces como consideraran conveniente. Relatos que bajo la indicación de la tutora consisten en resaltar un incidente crítico que nos haya marcado como profesional y, por qué no, como persona.
Los relatos narrativos en las prácticas de pedagogía
Consideramos que los relatos narrativos son la herramienta idónea para llevar acabo este modelo de saber experiencial, pues para escribir es necesario volver al pasado (qué me ha pasado) para reflexionar el presente (en qué me ha transformado) y prepararnos para el futuro (cuál es mi disposición hacía la incertidumbre de mi práctica); lo que nos permite encontrarnos con nosotras mismas.
Contreras (2010), realiza una diferenciación entre la práctica y la experiencia, pues considera esta última como la reflexión de aquello que nos pasa y nos transforma, más que de qué ocurre o cómo lo hacemos. Es decir, diferencia entre el modelo de teoría-práctica, en el que la teoría es llevada a la práctica; y el saber experiencial, en el que la teoría es reflexionada en primera persona, transformándonos y poniéndonos en juego en su práctica, la cual se convertiría en experiencia. Según esta visión, aprender no es acumular datos y gestionarlos, sino madurar y desarrollar los propios pensamientos y actuaciones a partir de las experiencias que vivimos y con los conocimientos y recursos con los que nos relacionamos; la formación está inevitablemente relacionada a sí mismo como “preparación para”, haciendo referencia a la disposición y la sensibilidad de lo que sabemos con quienes nos relacionamos en situaciones imprevistas (Contreras, 2011).
A partir de aquí, es esencial preguntarnos qué me permiten pensar y qué cuestiones me plantean estos hechos, para realizar relatos de situaciones vividas en las prácticas que se convierten en experiencias; no buscamos respuestas, ni realizar juicios, solo narrar la vivencia de una situación que nos movilice, nos haga reflexionar sobre lo vivido y nos haga pensar pedagógicamente sobre la situación a raíz de nuestras propias ideas. La escritura de relatos busca cultivar un saber experiencial que nos involucre completamente, por lo que no podemos obviar nuestro ser sensible, al escribir el relato damos sentido a lo vivido; elegimos aquellos aspectos que son significativos y presentamos atención al proceso de pensar, escribir y hacernos preguntas.
La diferencia de eficacia entre el diario, el cual se convierte en una tarea tediosa, y los relatos, más motivacionales, se debe a la libre estructura de los relatos en la que se pone en juego la creatividad personal. No solo recogemos detalles concretos también lo que hemos sentido, pues el relato parte de nosotras, mostrando el impacto de las emociones en nuestra profesión; además de otorgarle al marco temporal y espacial importancia, mediante la narración literaria.
Un saber pedagógico que más que saber teórico tiene que ver con un saber perceptivo, con lo que hacemos y nos pasa, pues la educación solo puede ser comprendida en un sentido fenomenológico, siendo un proceso relacional con y sobre la otra persona (Blanco, molina y López, 2015; Sierra, Caparrós, Molina y Blanco, 2017). Es decir, la pedagogía de las modernas tendencias positivistas, la pedagogía como ciencia, tiende a la excesiva teorización y/o abstracción de los fenómenos, alejando a los y las educadoras de su experiencia educativa; y la Fenomenología Hermenéutica de Max van Manen las acerca, acerca la experiencia vivida de la existencia humana (Ayala, 2018). Generando una relación imprescindible para la creación de la experiencia pedagógica (situación, acción y relación), donde todas las partes aportan y son protagonistas a pesar de que la responsabilidad de la situación la posea solo una de ellas; lo que da lugar a numerosos tipos e intensidades diferentes dependiendo de las personas implicadas, lo que significa que de nada valen las estrategias de acción en la práctica educativa.
La intención de esta investigación es descubrir si la escritura de relatos presenta realmente las características que le asignamos. Por ello, los objetivos de este trabajo son:
- Describir y comprender la escritura de relatos como un instrumento de aprendizaje.
- Analizar cómo la escritura de relatos de experiencia influye en el aprendizaje del alumnado en prácticas.
- E investigar cómo la escritura reflexiva de los relatos favorece la interiorización de los saberes experienciales.
A lo largo del Prácticum I del Grado de Pedagogía realizamos un estudio en el curso 2018/2019 en la Universidad de Málaga, sobre la incorporación de la escritura de relatos como herramienta de aprendizaje. Realizamos observaciones y entrevistas de las seis alumnas y el alumno que participan en el seminario de prácticas con su tutora y el análisis de mis propios relatos realizados sobre las prácticas en el curso anterior.
La incorporación de los relatos comenzó a mitad del transcurso del Prácticum I de dicho alumnado de pedagogía. En el primer seminario en el que tratamos los relatos, se expuso el sentido y la finalidad de éstos al alumnado, así como la lectura de varios relatos escritos por otros alumnos y alumnas para ejemplificar la explicación. A partir de aquella sesión, el alumnado debía comenzar la escritura de relatos, enviárselos a la tutora y exponerlos en el siguiente seminario, con el objetivo de comprender el sentido de dicha metodología en un aprendizaje colectivo. Pero esta tarea no iba a ser fácil, durante toda nuestra vida académica la exigencia ha sido otra: desvincularnos de lo que vivimos, contar que pasa, examinar que pasa, siendo observadores y no sujetos; por ello era necesario trabajar nuestra parte sensible, también parte de nuestra profesión, mediante dinámicas de grupo durante los seminarios.
Tras el estudio de los saberes experienciales como el modelo que hace de la teoría y la práctica una experiencia propia y no una consecución una de la otra, comenzamos a utilizar la escritura de relatos como herramienta con la que le otorgamos sentido a lo vivido, nunca desde una perspectiva juiciosa sino desde el pensar y repensar sobre qué nos pasa, nos mueve y nos transforma (Contreras, 2010).
El alumnado se encontraba en un nuevo lugar, un lugar desconocido en el que no sabían que hacer o esperar y debían iniciar un nuevo aprendizaje, pero ¿cómo? Los relatos narrativos le han permitido reconocer y descubrir incidentes críticos que le hiciera reflexionar y cuestionarse su papel dentro de las prácticas externas. Aunque los primeros relatos se basaban en la descripción, con el paso del tiempo, su libertad de temática y la estimulación de la creatividad mediante la creación de títulos han dirigido esta escritura hacía el qué me ha pasado. Así como la elección libre del suceso, ha fomentado este tipo de reflexión por ser la propia persona la protagonista de todo el proceso.
No obstante, la libertad para escribir no ha roto la estructura ya conocida de los relatos (título, introducción, desarrollo y desenlace), lo que ha supuesto un apoyo para el grupo, puesto que nos encontramos ante una práctica completamente nueva. El alumnado reconoce que le ha beneficiado para alcanzar este aprendizaje, ha sido compartido con el resto de sus compañeras y compañeros, pues para algunos alumnos y alumnas menos relacionados con la escritura los primeros relatos eran mayormente descriptivos. Al escuchar los relatos narrativos de otras compañeras y compañeros les sirvió de ejemplo y apoyo para comenzar su nuevo camino.
El enfoque en el que la pedagogía actual se trabaja como una ciencia, hacen que el profesorado y cualquier profesional de la educación adquieran un carácter científico-tecnológico que modifica su figura, siendo vistos como gestores y técnicos de la enseñanza, primando los contenidos, los resultados y la eficacia ante la diversidad y el valor personal (Jordán, 2011). Sin embargo, cuando la orientación educativa entra en la forma en que la experiencia académica y formativa es vivida por docentes y alumnado, protagonistas del proceso educativo, la prioridad se encuentra en la calidad de la relación entre ambos. Y es solo en esta segunda dimensión donde potenciamos el desarrollo humano del alumnado sin dejar de favorecer su progreso académico, lo que en el primer proceso se tiende al desequilibrio.
Es esto lo que le ocurrió a la mayoría del alumnado. Llegaron fatigados de los arduos trabajos de clase que debía realizar sin dejar libertad a su creatividad o sin otorgarles la posibilidad de iniciar cuestiones de su interés; comenzaron las prácticas y para varios y varias de ellas la burocracia seguía estando más presente de lo que deseaban, tanto en los centros de trabajo como en portfolio que debía realizar, una estructura firme basada en una herramienta tediosa (diario de investigación). Aunque existe discrepancia entre la utilidad del diario como herramienta de observación, al comenzar la tarea de los relatos narrativos el alumnado la recibió con buena disposición y reconocen que comenzaron a experimentar este nuevo modelo de saber experiencial, que toma como referencia el equilibrio entre lo estudiado, lo que pasa y lo que me pasa. Solo cuando consigamos este equilibrio conseguiremos una verdadera educación, pues solo de este modo es posible conseguir el desarrollo integral del alumnado (desarrollo académico, social y personal).
Por ello, es algo que se debe trabajar desde el pensarse a sí misma en esa relación mediante una completa disposición. Trabajando desde el lenguaje y estableciendo saberes que se basan en la experiencia, pues aprendemos sobre lo que practicamos y ensañamos en base a lo aprendido, no podemos enseñar aquello que no hemos experimentado, por lo que se tiene que crear una unión reflexiva entre ambas posiciones, sólo a partir de aquí es posible otorgarle sentido.
Pero esta no es cualquier tipo de relación, la relación pedagógica es singular y requiere de afecto, esperanza y responsabilidad, otorgándole a esta experiencia importancia en sí misma y por sí misma. Estas características se hacen una forma de ser inacabada de la persona educadora, puesto que dicha persona siempre se posiciona ante ellas como una aspiración o conquista permanente.
El aspecto más característico de este estudio ha sido la oportunidad de realizar la investigación tanto desde fuera como desde dentro, pues me ha permitido observar la aceptación y la motivación por esta nueva estrategia y a la vez conocer, y no suponer, los beneficios de la escritura de relatos. Así como realizar un exhaustivo y minucioso análisis sobre la documentación dedicada a dicha temática.
Al incorporarme al estudio durante el primer cuatrimestre del curso 2018/2019, mi única experiencia de prácticas habían sido las realizadas en el pasado curso, por lo que tuve que volver a ellas un año después. Aquellas prácticas pasaron sin dejar huella pedagógica, aunque sí es cierto que me marcaron como persona. Realicé mi Prácticum I en una asociación de mujeres encargada de atender las necesidades de cualquier mujer, así como de prestar atención a las prostitutas de la provincia; como es evidente aquel contexto cambió mi perspectiva, pero no estaba segura de que lo que allí hacía fueran las funciones de una pedagoga. Y esa fue mi reflexión, durante y al finalizar las prácticas externas, no existía ningún vínculo entre mi transformación personal y mi labor pedagógica, hasta hace unos meses cuando comencé a escribir.
Para contextualizar, dicha asociación poseía dos campos de actuación diferenciados: la oficina, donde atendíamos a las necesidades de cualquier mujer, tales como orientación laboral, atención jurídica, clases de español, reparto de comida… y el centro (si así podemos llamar a dos casetas prefabricada), donde acudían las prostitutas de la zona a merendar mientras se refugiaban del frío (pues el trabajo de oficina era de mañana y este de tarde) e incluso a veces nos solicitaban ayuda, para ir al médico, para pruebas de embarazo o de VIH…
Como es evidente, el contexto más impactante es este último, significa encontrarte con la realidad de la que se reniega. Realidad que con el tiempo y la conciencia de ella se hace cada vez más dura; la zona aislada de la ciudad, los enormes recipientes de comida para pasar todo el día, la preocupación por la comida y el peso, el excesivo maquillaje y la escasa ropa, los elevados tacones y la minúscula ropa interior o la utilización de varios sujetadores para simular más pechos son alguno de los ejemplos del día a día de estas chicas, sin nombrar las humillaciones que reciben de los vecinos preadolescentes y de los coches de parejas “mironas” que se pasean por allí, las palizas de varios clientes o la falta de libertad.
El siguiente texto es uno de los relatos narrativos escritos sobre dichas prácticas, una tarde cualquiera en el centro de atención a las prostitutas, donde podemos ver varias de esas características.
Sensaciones Térmicas
Tarde tras tarde, ir al polígono se convirtió en una tarea más que hacer, los sujetadores dobles, los tacones de 15 cm, las cicatrices… se convirtieron, también para mí, en algo cotidiano sin importancia, pero a veces tienen lugar episodios que te hacen reflexionar y percatarte de la anormalidad de la situación.
Una tarde, entre café y café, llegó Miriam en ropa interior, era solo el descanso de un día más de trabajo, a leguas se podía percibir su nariz mocosa y escuchar su grave voz, causadas por el terrible constipado que padecía. ¿Fue al centro sanitario? No ¿Tomaba algún medicamento? No ¿Tenía reposo y comía caliente? No
Yo, sin embargo, permanecía allí con una copiosa indumentaria que apenas me dejaba oportunidad a la movilidad y me refugiaba del frío en el calor de los cafés que servía a las chicas.
Entonces ella me preguntó: ¿Estás bien? ¿Tienes frío?
Por un segundo no supe contestar. Era evidente que sí lo tenía y mentirle me parecía una falta de respeto, pero comparándonos afirmárselo me parecía una desfachatez. Aquella tarde, Miriam me dio una lección de vida, me enseñó a valorar lo que tengo, mucho o poco; y a dejar de lado los complejos y caprichos de niña malcriada, para otorgarle importancia a los detalles significativos. Y es que, al igual que me ocurrió a mí con las prácticas en el polígono, nos encontramos tan inmersas en las maravillas del “primer mundo” que dejamos de valorarlas, olvidamos su sentido y la ayuda que podría suponer para la mejora de éste y del “tercer mundo”. Nos gana la codicia y ambición, convirtiéndonos en individuos consumistas a los que solo les importa ser rentables para no convertirse en un desecho social; esto me hace preguntarme por el lugar de esa línea que diferencia la exclusión de la inclusión, ¿sólo las personas que habitan los guetos son las excluidas? ¿quién es el pobre de la sociedad actual, solo quien vive en la calle o lo es también quien no posee unas zapatillas nike o un iphone? ¿acaso no somos conscientes que no todas las personas de nuestro país no poseen una vivienda? ¿acaso somos consciente del mundo en el que vivimos, de que América Latina, África y parte de Asia también son parte de nuestro mundo? ¿qué es lo que distorsionamos el concepto de pobreza o la realidad?
Al escribir todo aquello que me movía cuando pensaba en este recuerdo no pude obviar lo que suponía para mí como pedagoga, no puede obviar el papel que la educación toma dentro de este relato, el papel que toma ante el cambio social. Fue solo al escribir el relato cuando me di cuenta de que a pesar de no tener las prácticas ejemplares, también me ayudaron a cuestionarme mi figura dentro del oficio; fue cuando escribí el relato, cuando reflexioné de forma consciente cuando la práctica se convirtió en la experiencia, de otro modo hubiera quedado condenada a ser un mero recuerdo.
Como podemos observar la escritura de estos relatos y la de un diario de recogida de evidencias es muy diferente, pues mientras que el diario recoge cada una de las actividades realizadas en el día de forma monótona, el relato cultiva el saber sensible y nos cuestiona aspectos de nuestro oficio que nos transforman y nos hacen ver que la educación es algo más que la acumulación de datos y vivencias, es relación y sentido.
En primera persona pude comprobar cómo, un año después, con la utilización de los relatos, aprendí de lo que ahora sí era mi experiencia, con una perspectiva diferente, pues esto me permite volver a pensar lo vivido transformándome, ahora, no solo como persona sino también como profesional. Los relatos se convierten en la forma más adecuada de explotar y mostrar el cambio experimentado, pues al preguntarnos por qué nos pasa aquello que nos hace elegir un relato, comenzamos una investigación narrativa en la que contrastamos nuestra experiencia vivida con la historia relatada (Sierra, Caparrós, Molina y Blanco, 2017).
Durante el desarrollo de esta comunicación, hemos presentado un nuevo concepto de experiencia (la apropiación de la teoría para realizar mi propia e irrepetible práctica) que cambia por completo nuestra percepción de la educación, la cual entendemos como un proceso de relación con y sobre la otra persona que debe tratarse desde una misma, provocando la creación de un nuevo modelo de actuación educativa: el modelo Saber Experiencial. Esta característica posiciona en otra perspectiva tanto al educado como al educando, por lo que se debe comenzar un nuevo trabajo para poner en marcha estas medidas.
Con este nuevo concepto planteamos los objetivos, dirigidos al descubrimiento, análisis y reflexión de los relatos como herramienta de reflexión y aprendizaje. La presente comunicación pone de manifiesto los beneficios de la escritura de relatos para convertir la práctica del Prácticum I en una experiencia, para ello es necesario entrar en relación con el mundo que nos rodea, hacer lo vivido nuestro y plantear cuestiones que nos ayuden a dar sentido a nuestro oficio docente a partir de la experiencia. Y es con la escritura del relato donde se unen estos tres aspectos, haciendo de dicha práctica una de las más adecuadas para estudiar y trabajar el modelo de los saberes experienciales. Es con la escritura de relatos narrativos sobre los hechos vividos durante las prácticas externas la que provoca en el alumnado una reflexión real, siendo parte fundamental del proceso de la creación del saber experiencial.
Con esta nueva percepción de experiencia (y cambio de modelo, saber experiencial) no queremos decir que el cambio sea rápido o fácil. Reconozco que la introducción en este movimiento es muy diferente al discurso aquí plasmado, pues la experiencia como un proceso sensible choca con todo lo anteriormente trabajado; es el trabajo y la reflexión constante sobre ello lo que nos hace aceptar la nueva visión, una reflexión que parte desde mi persona con el objetivo de encontrarnos con nosotras mismas.
Desde mi dualidad, vivo en primera persona los beneficios de la escritura de relatos como instrumento de reflexión y aprendizaje, así como de los testimonios del alumnado, es posible determinar varios aspectos positivos en la utilización de los relatos como herramienta de reflexión y aprendizaje:
a) tener vía libre para escribir lo que queramos, sin vernos obligados a seguir una guía docente o automatizarlo para que justifique lo que hemos trabajado como es el caso del diario. Todo el mundo conocemos la estructura de un relato, un cuento, una historia, más allá de eso no existe normas a las que ajustarnos, todo el proceso de creación pasa por mí, desde la elección hasta la escritura del relato, realmente es mi persona, mi aprendizaje, quien se pone en juego. Todas reconocemos que gracias a esta característica realizamos una verdadera reflexión que nos transforma. Al finalizar las prácticas todo el alumnado presenta una idea en común: el exceso de burocracia al que se encuentran sometidos en los centros, tanto educativos como asociaciones o empresas, y que disminuye la atención a su principal actuación (orientación, formación…), pero no solo lo viven dentro de las prácticas también en el ámbito académico, la rigurosidad del portafolio y la monotonía del diario nos aleja del principal objetivo: la reflexión y el aprendizaje. Aspecto del que se percatan notablemente y por el que agradecen la presencia de los relatos.
b) asimismo, compartir la creación de nuestros relatos, puede significar una ayuda para los pares al generar un aprendizaje y experiencia conjunta. Tanto para el grupo de prácticas como para mí, ésta era una tarea nueva que, por un lado nos motivaba, pero por otro nos desconcertaba, por lo que compartir nuestras creaciones con el resto de compañeras y compañeras, así como escuchar anteriores relatos supuso una ayuda para nuestra reflexión. En los primeros relatos del alumnado abunda la descripción, siendo reflejo de la metodología tradicional y del modelo teoría-práctica, pero con el tiempo y los relatos de otros compañeros y compañeras como ejemplos los relatos fueron tomando personalidad propia.
Pese a que las reacciones ante la integración de los relatos son positivas y han sido una práctica de reflexión, cabe destacar que los resultados de esta tarea dependen de la persona, pues aunque algunas no han tenido problemas de adaptación a esta estrategia, para otras, por ejemplo yo misma, escribir y escribir en primera persona supone una actividad ardua, por las expectativas y las barreras que esta idea provoca; haciendo que, en ocasiones, en vez de convertirse en una meta se convierta en un impedimento. Como mencionábamos anteriormente, hemos vivido una experiencia totalmente diferente; escribir en tercera persona era sinónimo de rigurosidad, por lo que debíamos desvincularnos de lo vivido, mirarlo desde fuera sin influenciarnos o influenciar. Realizar este cambio, contar lo vivido desde nosotras mismas, desde lo que nos pasa y nos transforma en un formato mucho más sensible y sin perder la profesionalidad, se convierte en un difícil reto que para algunos alumnos y alumnas puede suponer un obstáculo.
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