Trabajo Nº: | RES0072 |
Tipo: | Oral |
Tema: | Datos existentes sobre la eficacia formativa del Prácticum y las prácticas externas |
Autores: |
Antonio Navío Gámez Universitat Autònoma de Barcelona (Pedagogía Aplicada) antoni.navio@uab.cat Carmen Ruiz Bueno Universitat Autònoma de Barcelona (Pedagogía Aplicada) carmen.ruiz.bueno@uab.cat |
Keywords: | Evaluación de competencias profesionales, contrato de aprendizaje, formación en alternancia |
En el curso 2016-2017 se inició un proyecto de mejora del Prácticum del Grado de Pedagogia de la Universitat Autònoma de Barcelona conducente a tomar en consideración las competencias que se ponen en juego en las asignaturas de Prácticum I y Prácticum II (tercer y cuarto curso, 12 y 18 ECTS respectivamente). De entre las mejoras que se han introducido destacamos en esta aportación aquellas que hacen referencia al dispositivo instrumental que se ha construido y que permite articular la evaluación de competencias tomando como referencia los principales agentes del Prácticum: estudiantes, tutores de la Universidad y tutores de los centros de prácticas. Para poder valorar la experiencia en su tercer de experimentación, aportamos las valoraciones de los agentes implicados, que hacen referencia a la experiencia en el Prácticum II tomando en consideración la evaluación de competencias generales, transversales y específicas, vinculadas directamente con el profesional de la Pedagogía en distintos contextos de práctica profesional, así como el contrato de aprendizaje, herramienta clave en este proceso de evaluación de competencias.
El Prácticum II de Pedagogía se realiza durante el curso académico (de octubre a junio) y comprende la realización de 300 horas de prácticas en centros de trabajo y la asistencia a 5 seminarios que organiza el profesorado en la Universidad. Estas acciones permiten hacer el seguimiento del proceso formativo y de la adquisición de competencias. Como soporte al proceso de Prácticum, se articulan distintos documentos, de entre los que destacan el contrato de aprendizaje. Éste se concibe como una herramienta básica que permite hacer una reflexión en torno a las competencias que los estudiantes, teniendo en cuenta el programa de la asignatura, pueden activar en el contexto de práctica profesional. Para ello, deben partir de una autoevaluación que toma como referencia las competencias de la guía docente para, posteriormente, negociar con el tutor del centro de prácticas qué competencias pueden activarse en el contexto institucional y cuáles no, así como poner sobre el contrato aquellas que son especialmente relevantes en el contexto de aplicación. Sobre esta autoevaluación y negociación se inicia y desarrolla la asignatura de Prácticum II.
La experiencia en el Prácticum nos indica que la formación universitaria se lleva a cabo en instituciones educativas especializadas, pero muchas veces alejada de los contextos y prácticas profesionales. Con el fin de acercar ambos contextos se crean y fomentan diferentes esquemas de colaboración y/o de metodologías de enseñanza basadas en problemas, en procesos de reflexión, de indagación e investigación u orientadas por requerimientos laborales y/o profesionales. El Prácticum es una de las mejores estrategias para este intento de acercar la Universidad y la formación universitaria a las instituciones profesionales con el objetivo de ofrecer a los estudiantes experiencias que les permitan poner no sólo en acción sus conocimientos, sino también desarrollarlos y adquirir nuevos, en un proceso constante de construcción y reconstrucción en y de la práctica profesional.
LA IMPORTANCIA DE LA PRÁCTICA Y DEL PRÁCTICUM EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL
La línea general de aproximación al aprendizaje basado en la práctica profesional se realiza desde dos perspectivas. Por una parte, está la perspectiva individual (Bound y Solomon, 2001), que sugiere que este aprendizaje resulta de la asociación entre la academia (ámbito formativo) y la institución (ámbito profesional), donde los programas de aprendizaje han de responder a necesidades del contexto laboral y profesional y han de ser evaluados por la institución educativa y la de prácticas. Por otra, nos encontramos ante la perspectiva social (Coffield, 2002) basada en la asunción del aprendizaje como participación social y diálogo co-construido (Felstead et al., 2005), ya que no sólo tiene lugar en el aula, sino también en contextos y escenarios informales.
Nuestro posicionamiento es el de un Prácticum bajo perspectivas de formación en alternancia, como modalidad de formación centrada en prácticas profesionales y adquisición de competencias, como la formación dual en Alemania o la noción de “sandwich courses” en Gran Bretaña (Marhuenda, 2012 y Coiduras, 2013). Esta perspectiva supone entender la formación bajo el principio de actividad, basada en el aprendizaje de la experiencia y en el aprender haciendo bajo la guía de un tutor/asesor.
Esta formación en alternancia real va más allá de prácticas profesionales externas sin conexión entre ambos escenarios, formativos y profesionales, para centrar el foco en la interrelación entre contextos, creando estructuras compartidas y co-construidas, (Correa, 2013; Echeverría, 2013; Marhuenda, 2013 y Tejada 2012). Ello supone partir de situaciones auténticas y problemas reales que permite poner en juego y movilizar todo el elenco de competencias requeridas en el escenario profesional, además de considerar la reflexión, el apoyo de los compañeros y la comunidad, la colaboración, los convenios y acuerdos entre instituciones y la evaluación y el seguimiento como elementos y factores claves para una verdadera alternancia entre la formación y la práctica profesional (Coiduras, 2013; Coiduras, Isus y Del Arco, 2015; Correa, 2013; Jonnaert et al., 2008; Korthagen et al., 2006; Le Boterf, 2010 y Tejada y Ruiz, 2013)
Desde el punto de vista pedagógico, el Prácticum, como formación en alternancia, tiene la finalidad de acercar a los estudiantes a la realidad profesional, al amparo de la organización de situaciones y escenarios institucionales que les permitan ‘ensayar’ y ‘poner’ a prueba los saberes y habilidades adquiridos durante la formación en la Universidad y adaptarlos a la realidad profesional. Para que ello ocurra, debe haber un cierto grado de relación entre ambos contextos. Es justamente este factor de coherencia entre la formación realizada en la universidad y la práctica desarrollada en el centro de prácticas, la clave para el funcionamiento óptimo de un Prácticum que fomente el desarrollo y adquisición de competencias profesionales
Esta coherencia implica la construcción de un proyecto consensuado y dialogado con los centros de prácticas, donde se definan las competencias que van a ponerse en juego en los distintos escenarios prácticos. Habrá que discutir y consensuar cuáles van a ser las tareas a realizar por los estudiantes, qué competencias entraran en juego en los escenarios profesionales y sobre todo qué evidencias habrá que recoger para evaluar el desarrollo de dichas competencias en esos escenarios profesionales por parte de los estudiantes (Tejada, Ruiz, 2016). Este consenso deberá establecerse entre los estudiantes, los tutores de universidad y los tutores de centro.
El Prácticum de Pedagogía en la Universitat Autònoma de Barcelona está distribuido en dos asignaturas de 12 y 18 ECTS, en tercero y cuarto curso respectivamente. Por tanto, el peso del total de las prácticas en el Grado equivale a un 12,5 % del plan de estudios. Un porcentaje nada desdeñable si consideramos la reciente historia del prácticum en nuestra titulación de Pedagogía.
La implantación del Grado supuso, entre otras cosas, la asunción de un referente competencial que, en el caso del Grado en Pedagogía, fue experimentado antes de la implantación definitiva del nuevo sistema de grados universitarios (Ruiz Bueno et al., 2008). Este referente competencial, operativo en el nuevo grado, tiene una especial presencia en ambas asignaturas por cuanto consideran casi la totalidad de competencias distribuidas en ambos programas. En la tabla 1 presentamos las competencias específicas presentes en la asignatura Prácticum II del Grado y en la tabla 2 las competencias generales y transversales.
El referente de competencias específicas del Prácticum II de Pedagogía
El desarrollo del Grado de Pedagogía parte de la consideración de tres tipos de competencias:
Situados en el terreno de la especificidad del perfil del profesional de la Pedagogía, disponemos, como herramienta curricular, de un listado de competencias y resultados de aprendizaje que se aplican para el perfil del pedagogo y que debemos considerar en el proceso formativo.
La clave, a nuestro entender, está en cómo deben estar presentes estas competencias específicas para poder atender a las particularidades del prácticum que, como veremos más adelante, implican a diferentes agentes, diferentes contextos y diferentes situaciones formativas que van mucho más allá de la institución universitaria y que proporcionan experiencias de aprendizaje que, aunque pueden ser muy enriquecedoras por su carácter no formal e informal, deben encajar en la propuesta formal de la formación del estudiante que, no lo olvidemos, tiene una marcada estructura formal al formar parte del plan de estudios del Grado
Para poder responder a los desafíos de una formación basada en competencias desde el contexto universitario, pero fuera del mismo, atendemos a una concepción de competencia (profesional[1]) que contiene tres ingredientes fundamentales:
En las tablas 1 y 2 reproducimos las competencias, agrupadas en bloques competenciales, que están presentes en el programa del Prácticum II. La agrupación en bloques da sentido a la competencia y ordena su compresión por parte de los distintos agentes implicados, Además, en el caso de las competencias específicas, vinculadas a las funciones de los profesionales de la pedagogía (planificación, desarrollo, evaluación, gestión y administración formativa e investigación e innovación formativa), los bloques son una aclaración para que los centros de prácticas puedan activar procesos formativos a partir de su realidad institucional y especificidad de la profesión pedagógica en el contexto de trabajo.
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Tabla 1: Relación de competencias específicas implicadas en el Prácticum II de Pedagogía |
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Tabla 2: Relación de competencias generales y transversales implicadas en el Prácticum II de Pedagogía |
La estructura curricular del Prácticum II de Pedagogía
A partir de las competencias se establece la estructura curricular del Prácticum II de Pedagogia de la UAB, que queda explicitada en la guía docente[1]de la asignatura. De dicha estructura destacamos los siguientes aspectos:
Como podemos apreciar, en la estructura curricular del Prácticum II, el contrato de aprendizaje es el punto de partida y el punto final, por cuanto considera un referente común que debe diversificarse para cada estudiante y para cada contexto, por ser ambos los ingredientes clave para la conformación de la competencia profesional. De ahí que todo el dispositivo de actividades de enseñanza, aprendizaje y evaluación se articulen, no solo de acuerdo a competencias, sino a partir del contrato de aprendizaje, que personaliza y contextualiza las competencias a desarrollar.
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Figura 1: Agentes y actividades de enseñanza, aprendizaje y evaluación en el desarrollo del prácticum |
Desde el punto de vista pedagógico, el Prácticum tiene la finalidad de acercar a los estudiantes a la realidad profesional, al amparo de la organización de situaciones y escenarios institucionales que les permitan ‘ensayar’ y ‘poner’ a prueba los saberes y habilidades adquiridos durante la formación en la universidad y adaptarlos a la realidad profesional. Para que ello ocurra, debe haber un cierto grado de relación entre ambos contextos. Es justamente este factor de coherencia entre la formación realizada en la universidad y la práctica desarrollado en el centro de prácticas, la clave para el funcionamiento óptimo de un Prácticum que fomente el desarrollo y adquisición de competencias profesionales.
Esta coherencia implica la construcciónde un proyecto consensuado y dialogado con los centros de prácticas, donde se definan las competencias que van a ponerse en juego en los distintos escenarios prácticos. Habrá que discutir y consensuar cuáles van a ser las tareas a realizar por los estudiantes, qué competencias entraran en juego en los escenarios profesionales y sobre todo qué evidencias habrá que recoger para evaluar el desarrollo de dichas competencias en esos escenarios profesionales por parte de los estudiantes (Tejada y Ruiz, 2016). Este consenso deberá establecerse entre los estudiantes, los tutores de universidad y los tutores de centro.
En este contexto, se plantea un estudio en el que los agentes principales del proceso formativo (estudiantes) valoran el grado de adquisición de competencias una vez éste ha finalizado, así como el uso y la utilidad del contrato de aprendizaje como herramienta de gestión de competencias vinculadas al grado y a los contextos de práctica profesional. De manera específica, el propósito del estudio es conocer las opiniones de los estudiantes en lo referente al logro de las competencias profesionales, así como al uso que éstos le han dado al contrato de aprendizaje.
Para lograr este objetivo se aplica un cuestionario dirigido a estudiantes que finalizan el Prácticum II del Grado de Pedagogía de la UAB que tiene las siguientes partes: a) caracterización de la muestra; b) funcionamiento del prácticum; c) valoración de las competencias generales, transversales y específicas; d) valoración del contrato de aprendizaje.
[1]La guía docente de Prácticum II pude consultarse en http://www.uab.cat/guiesdocents/2016-17/g103687a2016-17iSPA.pdf
[1]Cuando hablamos de competencia profesional nos referimos a la competencia especifica. Por tanto, no tenemos presente ni la general ni la transversal. Obviamente no queremos decir que generales y transversales no sean importantes. En todo caso son necesarias para conformar la actividad de un profesional, aunque en este trabajo nos centramos en las específicas para ensalzar el valor profesionalizador de las prácticas externas y del prácticum.
[2]Pueden consultarse los ámbitos en http://www.uab.cat/web/practicum/graus/pedagogia/informacio-general-1345657475585.html
Un cuestionario aplicado a estudiantes del grado en los cursos 2016-2017 y 2017-2018 nos arroja cómo perciben el trabajo competencial en el Prácticum II. Responden el cuestionario un total de 53 estudiantes. Su caracterización es la siguiente:
Las competencias generales y transversales que perciben los estudiantes haber activado en el Prácticum II aparecen en la gráfica 1.
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Gáfica 1: Valotración de las competencxias generales y transversales implicadas en el prácticum |
Como podemos ver en la gráfica 1 y en la tabla 2, las competencias generales relacionadas con el compromiso ético y profesional son las más valoradas en el sentido que son las que más aparecen en los centros de prácticas, mientras que la competencia digital aquella que menos se manifiesta en las realidades de prácticum vividas por las y los estudiantes.
Además de las competencias propuestas, los estudiantes manifiestan que las siguientes competencias generales y transversales han sido activadas:
Por otra parte, las competencias específicas que perciben los estudiantes haber activado en el Prácticum II aparecen en la gráfica 2.
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Gáfica 2: Valoración de las competencias específicas implicadas en el prácticum |
Como podemos ver en la gráfica 2 y en la tabla 1, las competencias específicas centran su atención en los procesos de evaluación y diseño, que son los aspectos más valorados como desarrollados en los centros de prácticas, mientras que las de gestión y administración de los procesos de formación las que menos han estado presentan y, por tanto, desarrolladas en los centros.
Como complemento, los estudiantes reclaman la competencia de conocer las necesidades formativas del colectivo inmigrante.
Una de las conclusiones más significativas que se relacionan con nuestra experiencia es la consideración del contrato de aprendizaje como un instrumento clave para la autoevaluación del dominio de las competencias previas y de aquellas que se están poniendo en juego en el Prácticum. Los estudiantes de Prácticum perciben que esta autoevaluación les permite tomar conciencia de sus propias competencias, de aquellas que mejor dominan y de aquellas otras que deben de potenciar.
Para los centros de prácticas el contrato de aprendizaje permite discutir y dialogar con los tutores de centro la delimitación de aquellas competencias que van a poner en juego los estudiantes en aquella institución en particular y aquellas que no podrán ser desarrolladas por falta de situaciones reales y auténticas en el centro de prácticas.
Para los tutores de la Universidad el contrato de aprendizaje es un buen instrumento para el diseño de actividades de enseñanza-aprendizaje conducentes al logro de las competencias de la asignatura que trasciendan la mera transmisión de contenidos. Asimismo, potencia la necesidad de que las visitas a los centros de prácticas sea más una necesidad que una imposición de la coordinación del Grado.
La valoración del contrato de aprendizaje genera en los estudiantes motivación, reto para aprender y curiosidad y, en el otro extremo, con puntuaciones más bajas y, por tanto, lo que menos genera, indiferencia, conflicto e inseguridad. Por tanto, el dispositivo del contrato es considerado como un instrumento clave para la autoevaluación del dominio de las competencias previas y de aquellas que se están poniendo en juego en el Prácticum. Los estudiantes perciben que esta autoevaluación les permite tomar conciencia de sus propias competencias, de aquellas que mejor dominan y de aquellas otras que deben de potenciar.
De manera específica, la valoración del contrato de aprendizaje nos indica que, por lo que a sensaciones que este instrumento provoca, los más significativo está en las altas puntuaciones otorgadas a “nuevo reto para aprender”, “motivación” y “confianza”. En el otro extremo, lo que menos provoca el contrato de aprendizaje es “indiferencia”, “conflictos con los saberes adquiridos o con las experiencias previas” e “inseguridad”. Por tanto, a la vista de las aportaciones, podemos concluir que el contrato de aprendizaje es una buena herramienta en la activación y reflexión competencial.
Por otra parte, la utilidad del contrato de aprendizaje se focaliza en dos polos. Lo más útil es el logro de autonomía que manifiestan haber logrado los estudiantes, aspecto muy relacionado con la reflexión competencial aludida anteriormente. También la ayuda en la autoevaluación que les ha permitido. Esta autoevaluación se relaciona con la reflexión en torno al balance competencial que se realiza con el contrato de aprendizaje. En el otro extremo, lo menos útil del contrato de aprendizaje está en la relación de este con la parte académica: “dar sentido a las tutorías con los y las tutoras de prácticas” y “dar contenido a los seminarios de prácticas”. Por tanto, un aspecto a trabajar y a potenciar está relacionado con el contenido de las actividades “teóricas” que se activan en los seminarios y en las sesiones de tutoría. Una propuesta está orientada, inicialmente a dar sentido competencial a las tutorías y seminarios, valorando su enfoque colectivo más que el orientado a la resolución de cuestiones prácticas relacionadas con la elaboración de informes u otros documentos de prácticas.
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